Los primeros pasos hacia la “Agilidad”


A lo largo de nuestra carrera profesional, sin duda nos cruzaremos con un momento en el que somos contratados para “innovar” o transformar a la organización en “ágil”. Claramente entre la simple enunciación del o los términos y la acción concreta y efectiva hay,… digamos un abismo de posibilidades.
Muchas veces en áreas o sectores dentro de la organización que han escuchado de las palabras “innovación” y “agilidad”, creen haber descubierto la “bala de plata”, esa mágica solución que terminara con los proyectos inconclusos, los equipos no colaborativos y los productos que difícilmente agregan valor la organización.

Ahora estando contratados y teniendo la responsabilidad de impulsar el cambio, nos hacemos la primera pregunta crucial ¿Que entiende mi jefe por ágil ? ¿Que pensara cuando dice innovar?, lógicamente como buen profesional sabemos sin duda alguna que la mejor manera de obtener información certera es recurrir a la fuente:

-Yo : Hola jefe, necesito hacerle unas preguntas.
-Jefe: Si, te escucho!
-Yo: Usted me ha contratado para llevar a la organización a adoptar la agilidad como filosofía de trabajo y me ha dicho que quiere que gran parte de mi tiempo lo enfoque en pensar cómo innovar. Ahora bien quería saber en que piensa usted cuando me dice que quiere que seamos “ágiles”?
-Jefe: mmmm...“Para eso te traje”….

No es raro encontrar situaciones similares a la anterior (ya me dirán ustedes cuán rara o poco frecuente puede ser la conversación anterior). Sin respuestas concretas o un horizonte claro que nos dé una idea de por donde comenzar, cuando somos los responsables de impulsar el cambio (si se me permite el término, agilizar a la organización e innovar en el proceso) han de surgirnos innumerables preguntas.

Claramente sabemos que las respuestas no son sencillas de encontrar. La primera pregunta es ¿Este proceso de cambio está apalancado por la dirección ? (rogamos fuertemente que la respuesta sea un SI mayúsculo) , para avanzar vamos a suponer que hemos sido contratados por una organización que desde los altos estratos tienen un horizonte claro e identifica que requiere un cambio y debe apoyar la transición a pesar de no saber qué caminos adoptar.

Luego de plantearnos toda la situación y analizado el terreno, nos arremangamos poniéndonos manos a la obra para comenzar. Una de las primeras cosas que hacemos es radiar a toda la organización de un concepto básico, el de “agilidad”.

Uno de los pioneros en esta concepción de "agilidad" es Don Sull, profesor de la London Business School, y la divide en tres tipos: estratégica, de portfolio y operativa. En el primer caso, hablamos de la capacidad de una empresa de reconcer y capturar grandes oportunidades de crecimiento y negocio. En tanto, la agilidad de portfolio es la velocidad con la que se mueven recursos de las unidades de negocio menos atractivas a las más atractivas. Por último, la operativa es la capacidad de explotar velozmente las oportunidades que surgen dentro de su modelo de negocios. Para que una organización pueda ser ágil depende de un recurso clave “el humano”, ya que hemos de trabajar en migrar de sectores o personas “islas” a conglomerados de actores que puedan participar aunando esfuerzo en pos de un objetivo que es simplemente “que sus acciones agreguen valor”.
Ahora bien: cómo agregamos valor? simplemente creando productos o servicios pensados desde el cliente, donde lo que le ofrecemos sin lugar a dudas le ofrezca una experiencia diferente e innovadora por sus características únicas.

¿Cómo agregamos valor cuando innovamos? Simplemente como dice su definición es un cambio que introduce novedades, modificando elementos ya existentes con el fin de mejorarlos o renovarlos “ . En síntesis ser “ÁGIL e INNOVADOR “ es igual a: Tener la capacidad de introducir cambios al ritmo que son identificadas las necesidades del entorno con el objeto de mejorar la experiencia del destinatario del servicio o producto.

Lograr esta nueva forma de trabajo, este cambio de mentalidad en una organización, no será tarea sencilla ya que como si fuera un ser vivo ante el nuevo agente externo (Agilidad e Innovación) la organización accionará sus mecanismos de defensa, tratando de crear anticuerpos resistentes al cambio. Sólo podremos triunfar en nuestra misión si en lugar de batallar contra esos anticuerpos, formamos actores de cambio, personas que vivan la experiencia de una oportunidad para introducir novedades y ser creativos, responsables y autónomos. Como un eslabón de una larga cadena iremos sumando agentes, fortaleciendo esa nueva filosofía organizacional.

Así como las personas hacen a la organización, los equipos hacen a la agilidad e innovación.



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