¿Estamos listos para nuestra desintoxicación de carbono?

Atos Carlos Abril
Carlos Abril, CEO de Atos para la Región Austral Andina 

A cinco años de la firma de los Acuerdos de París, los objetivos marcados por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 están lejos de alcanzarse: nos encaminamos hacia un calentamiento global cercano a los 3°, mientras que deberíamos alcanzar un máximo de 1,5 ° en 2050 y reducir a la mitad nuestras emisiones de CO2 para el 2030. Aunque ahora todos son plenamente conscientes de la urgencia de la situación, las acciones siguen siendo lentas para ser implementadas en todos los niveles: consumo, negocios, ciudades, regiones, gobiernos. Sin embargo, el tiempo corre y en 2020 ya alcanzamos un incremento de 1,1° en la temperatura Global y el punto de quiebre de 1,5° debería ocurrir recién en 2050!.

El año 2020 ha sido muy singular en todos los aspectos y ha demostrado a toda la humanidad su propia vulnerabilidad y nuestras vidas han cambiado considerablemente. La caída global de actividad debido a la pandemia tuvo como efecto colateral una reducción del 7% en las emisiones de CO2 fósil (informe anual del Global Carbon Project publicado en diciembre de 2020). En el punto álgido de los confinamientos, éstas incluso han caído al 17%, en comparación con 2019. Pero como apunta Phillippe Ciais, investigador en Ciencias del Clima, este respiro en las emisiones de carbono será temporal y "podemos esperar un repunte en 2021. La gran pregunta es si las inversiones vinculadas al 'paquete de recuperación' generarán un aumento real de la energía baja en carbono."

Una cosa es cierta, las obligaciones impuestas a los organismos políticos, públicos o económicos se fortalecerán en los próximos años. Y nosotros, como consumidores, también tenemos un papel importante que desempeñar. Todos los indicadores nos advierten de una necesidad cada vez más urgente de cambiar nuestros estilos de vida.

Muchas organizaciones y empresas ya han comenzado este proceso, poniéndose metas más ambiciosas que las definidas en el acuerdo de París y adoptando políticas sustentables para alcanzar el NetZero, nosotros como individuos también podemos aportar al cambio.


Pero, ¿por qué es esto tan difícil?

La neurociencia nos enseña cómo funciona nuestro cerebro frente a la adicción, especialmente una parte de nuestro cerebro que nos genera resistencia a los cambios. Según el Dr. Sebastien Bohler: "Hoy todo se produce de forma ilimitada, por lo que nuestro cerebro puede consumir tanto como quiera y el problema es que no tiene función de parada. Entonces, ¿qué podemos hacer? Si la norma social valorara la sobriedad, el altruismo, el compartir, los hábitos de vida lentos, entonces nuestro cerebro nos dará placer en relación con eso. Pero para que se convierta en una norma social, tiene que ser valorado, es decir que los individuos que se comportan de esta manera son vistos como los líderes de nuestra sociedad". Necesitamos avanzar hacia "una civilización de la conciencia, que pueda mirar hacia atrás en sí misma y considerar caminos nunca imaginados". Debemos hacer un mayor uso de otra parte de nuestro cerebro, la corteza, que impulsa nuestra inteligencia, creatividad y conciencia.


¿Seremos capaces de valorar una sociedad sin carbono, una sociedad de sobriedad?

En 2020, hemos aprendido a consumir lo esencial y ya no tenemos acceso inmediato a los llamados bienes de consumo "no esenciales". Quizás esta situación nos haya dejado un legado positivo, el de una conciencia colectiva e individual.

Para ayudarnos a lograrlo, también podemos contar con los formidables avances de las innovaciones tecnológicas actuales. Entre las soluciones del futuro que ayudarán a descarbonizar el mundo, en todos los ámbitos - desde la energía hasta la industria, el transporte, la agricultura, el estilo de vida urbano, la infraestructura ... - está la digitalización. En 2020 se aceleró la digitalización de la economía y los lugares de trabajo.

El COVID ha impuesto su realidad y ha tenido un efecto catalizador en la sensibilización de líderes y tomadores de decisiones sobre las medidas a tomar para acelerar la descarbonización de las actividades. Y lo digital puede hacer una gran contribución a esto, por ejemplo, reduciendo primero su propio consumo eléctrico y utilizando energías renovables. Así, lo digital podría reducir su huella de carbono en un 80%, porque se debe en gran parte a las computadoras, las redes y los centros de datos.

También es lo digital lo que definirá los futuros estándares de producción y consumo, proporcionando mediciones y pronósticos para evaluar y monitorear las emisiones de carbono. Y lo digital traerá mañana, gracias a las innovaciones disruptivas que permiten las gigantescas posibilidades de la computación cuántica, la posibilidad, por ejemplo, de encontrar nuevos materiales con los que los proveedores de energía podrán reducir el CO2 antes de que penetre en el aire. La lucha contra el calentamiento global es el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad y es cierto que lo digital jugará un papel importante al contribuir con soluciones creativas y disruptivas a la descarbonización.

No debemos olvidar que nosotros como consumidores, tenemos una gran responsabilidad con nuestras elecciones. Individualmente tendremos que combinar nuestra desintoxicación de carbono con alguna desintoxicación digital. Estar atentos a nuestros usos, consumir menos ancho de banda, apagar nuestros dispositivos, etc. Cada uno de nosotros, a nuestro nivel, según nuestras posibilidades, podemos actuar y contribuir al cambio colectivo, con decisiones que se refieren a nuestros usos, nuestra movilidad, nuestra alimentación, los productos que compramos, una reflexión sobre lo que es necesario y lo superfluo en nuestra vida diaria, sobre los gestos y hábitos menos enérgicos. Estamos en los albores de un nuevo año, tomemos conciencia de lo que podemos cambiar en nuestras vidas y comencemos una cura de desintoxicación.


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